¿Cuánto
vale un cuento? ¿y si es contado?
En esta época donde parece que los profesionales somos
expulsados de los espacios que ocupábamos y los nuevos modelos de gestión de
los sistemas públicos creen que cualquiera puede hacer cualquier cosa, no dejo
de oír de boca de diferentes agentes algunos tópicos sobre la narración oral y
sus precios que me dejan bastante perpleja.
Lo que un profesional decide cobrar por su trabajo es una
mezcla muy particular entre lo que él o ella cree que vale y lo que el 'mercado'
está dispuesto a pagar. Es cierto que durante algunos años los narradores hemos
vivido una época dorada y como decía un día el narrador Rafa Ordoñez nos ha
explotado 'la burbuja narradora'. Aunque, así dicho tiene cierta gracia y hay
que reconocer que en ciertos momentos se ha despilfarrado, también es cierto
que el gasto en narradores que han podido hacer las administraciones en épocas
de bonanza sigue siendo para echarse a reír.
Hace poco, Pep Bruno escribió un artículo muy detallado de
lo que cobra un narrador y cómo ese dinero no es tanto si se ve lo que gasta y
el tiempo que invierte en hacer su trabajo. Os dejo aquí el link porque ahí está suficientemente bien explicado: http://tierraoral.blogspot.com.es/2012/07/inviable.html
De esta polémica a mi me interesa destacar otras cuestiones,
ciertos tópicos que en esta época de desestimar la profesionalidad he oído de
boca de gestores, bibliotecarios, especialistas en Lij e incluso compañeros.
Los narradores han cobrado mucho: Aquí
entramos en el debate anterior de lo que cada uno ha querido cobrar por su
trabajo y lo que otros han querido pagarle. En mi caso, la mayoría de
bibliotecas para las que trabajo y he trabajado han mantenido una programación
estable con un precio marcado en el que se pagaba a todo el mundo lo mismo. Algunos momentos puntuales
hemos cobrado más pero esas situaciones también compensaban otras muchas donde
la falta de recursos de quien nos contrataba nos ha llevado a cobrar menos.
Una conferencia no se paga tanto: como todo depende,
seguramente en muchos casos sea así y seguramente en muchos casos el problema
es que ciertas conferencias y clases especializadas deberían pagarse más. Sin
embargo, conviene dejar claro que la narración oral no es una conferencia es un
'Arte escénica'
como el teatro o los títeres o tantas otras. Claro, que lo que vale el arte es
muy difícil de medir y eso siempre lleva a la siguiente aseveración muy oída
también en el entorno de las artes plásticas:
Eso lo hace cualquiera: Esta es seguramente la
gran mentira que está haciendo a muchas administraciones darse de bruces con la
realidad. El ejemplo más cercano es el del ayuntamiento de Madrid que cedió la
gestión a una gran empresa, prescindió de los profesionales y ahora está
haciendo algo de tan mala calidad que desde la asociación de narradores de
Madrid (Mano) estamos pidiendo que dejen de llamarle cuentacuentos.
Total si a los niños se los conforman con poco: esta es la otra mentira que se encadena a la
anterior . Los niños son el público más difícil que existe. Un niño aburrido no
se queda quieto por cortesía escuchando a un narrador. El problema es que
nuestro arte tiene la paradoja de que cuánto más sencillo parece, más cosas se
están poniendo de fondo, de manera invisible, para que esto suceda. Cualquiera
que se haya enfrentado a un grupo numeroso de niños, lo sabe.
Además el público al que habitualmente nos enfrentamos,
sobre todo en bibliotecas, es de lo más variado. Hablamos de sesiones muy
multitudinarias donde hay desde bebés a niños de 9 o 10 años y sus familias.
Estos últimos también son un público difícil de controlar, con más ganas de
charlar con los amigos con los que ha venido, que de estar en silencio. Sí,
silencio, eso es lo que consigue un buen narrador que además de enfrentarse a este
grupo que muchas, muchas veces supera las 100 personas, lo hace sin apoyo
técnico, sin micrófono y de viva voz. El silencio, denso y atento es sin duda
la mejor prueba de que un narrador está haciendo bien su trabajo. Pero claro,
eso es muy difícil de valorar, ¿cuánto vale un silencio?.
La gente va porque es gratis: Otra mentira con
la que se forma la santa trinidad de los cambios en los modelos de gestión. La
gente no es tonta, los niños menos, y una familia que se pasa una sesión de
cuentos tratando de conseguir que sus hijos se estén quietos y entendiendo que
tanto los niños como ellos, se aburren, no vuelven.
Lo malo es que el público poco experimentado que haya ido a
pocas sesiones no piensa que esa función fue mala, piensa que los cuentacuentos
son un aburrimiento y la siguiente vez se lo piensa dos veces antes de acudir a
otro.
Es que cobrar eso por una hora: Una hora de
contada no es una hora de trabajo (eso lo explica bien Pep en su artículo) pero
cuando nosotros cobramos por nuestro trabajo ponemos en juego años de trabajo,
años de narrar el mismo cuento para que salga como sale, para que el público se
vaya contento con una experiencia compartida.
Este argumento me ha hecho a veces esgrimir razones que
luego no me han parecido ciertas, cosas como que no sólo contamos el cuento,
muchos llevamos títeres, escenografía... que lleva tiempo y dinero preparar.
Sin embargo este es un argumento falaz. Yo he tenido la suerte de compartir
escenario con grandes narradoras anglosajonas:
Inno Sorsy, Margaret McDonnald que hacían una narración más tradicional,
más despojada y no por eso, menos valiosa sino incluso todo lo contrario. Esa
es una de las grandes ventajas de la narración que crea un mundo sin nada, sólo
con palabras.
Hay cada narrador tan malo: Sí, seguro, como
en todo en esta vida hay todo tipo de profesionales e incluso cualquiera de
nosotros puede también tener un mal día. Pero digo yo que tan mal no lo
habremos hecho cuando hemos llenado las bibliotecas. Cuando los buenos
programas de gestión (llevados a cabo por bibliotecarias comprometidas y
funcionarios públicos dispuestos a invertir una cantidad mínima de dinero) se
han puesto en marcha. Cuando ha habido sesiones periódicas y sostenidas durante
el tiempo, los cuentacuentos se han llenado, las bibliotecas han tenido que
limitar el aforo y repartir entradas, cosas que cuando empezamos en esto
parecían inimaginables. Como me decía el otro día Ana Julia, la bibliotecaria
de Villa de Vallecas, las actividades son el 'marketing' de la biblioteca.
Darabuc, levantó hace poco la polémica en este sentido en su
blog http://darabuc.wordpress.com/2012/11/08/sobre-la-calidad-de-los-cuentos-narrados-en-actividades-de-las-bibliotecas-publicas/
Que lo hagan las bibliotecarias: este es el
modelo que se quiere seguir en muchas bibliotecas y sin duda daría para un
debate más amplio. Seguramente se podría ir hacia un modelo mixto y las
bibliotecarias podrían hacer pequeñas sesiones de la hora del cuento todos los
días que tendrían un efecto muy interesante. La realidad, sin embargo, es bien
distinta, las bibliotecarias en su mayoría no se forman para hacer este tipo de
trabajo y lo que es aún más importante, no tienen el tiempo suficiente para
poder realizarlo.
Contar cuentos no es animar a la lectura: Esto
requeriría una entrada más extensa y aparte. Pero insistiendo en lo que es para
mí la clave desde hace años, todo depende de 'cómo' se haga. Hace poco Darabuc
también escribió algo en su blog al respecto.
Qué futuro nos espera con los narradores fuera de las
bibliotecas, no lo sé. Algunos días pienso que el trabajo que hemos construido
entre todos durante años se verá destruido rápidamente y las bibliotecas
estarán cada vez más vacías aunque no le va a importar a nadie. Otros días me
levanto más esperanzada y seguimos en la búsqueda de nuevas formas de ganarnos
la vida, de nuevos espacios donde nuestro trabajo sea valorado y mientras
tanto, si resistimos, quizás vuelvan tiempos mejores.
Estrella Escrina
Estrella Escrina
No hay comentarios:
Publicar un comentario