Aquí
estamos de vuelta en el blog y de vuelta en el cole. El retorno a las clases
inunda la vida cotidiana de todos nosotros y nos rige de nuevo con horarios y
rutinas. Atrás queda el verano, vacaciones, charlas y ese vacío fecundo donde
tenemos más tiempo para reflexionar sobre cuestiones que nos preocupan.
Una de
estas charlas con una amiga me llevó a escribir esta entrada sobre las
relaciones entre escuela y hogar en torno a la lectura. Es tan solo una
historia, quizás un tanto anecdótica, pero que me parecía significativa de esta
relación a veces conflictiva que hemos visto en nuestros talleres.
Os
cuento: mis amigos, profesionales que trabajan en el mundo del libro, son
padres de dos niños. En su casa nunca han faltado los libros, les leyeron a sus
hijos desde antes de nacer ansiosos por compartir ese placer con ellos,
cantaron canciones, jugaron con las palabras…
Entonces
llegó la escuela y sobre todo una maestra de educación infantil muy preocupada
por el aprendizaje lector pero con una manera muy diferente de conseguirlo.
Aparecieron, para el mayor, las largas horas sentado en una silla, las fichas
diarias y a partir del segundo año de infantil, los deberes de fin de semana.
Los mismos consistían en leer un libro de la biblioteca de aula, que los niños
no podían elegir y después rellenar una
ficha con el título, el autor y hacer un dibujo. Con cinco años la cosa se
ponía más exigente: titulo, personajes principales y resumen!!! Con cinco años!
Muchos
podréis decir que tampoco es para tanto, pero ante esta respuesta yo siempre
pienso cuántos de nosotros querría hacer algo similar. No yo, sin duda, que
innumerables veces he querido llevar un diario de lecturas y no he conseguido
hacerlo un poco por pereza y un poco porque no de todos los libros que leo me
apetece escribir, no de todos quiero dejar constancia por escrito.
En
concreto, mi pequeño amigo odiaba hacer esta tarea y se eternizaba copiando los
nombres solicitados y hacía después un dibujo deprisa y corriendo para poder
dedicar su precioso tiempo de ocio a
otras cosas mucho más importantes, como jugar.
Las
fichas de lectura creo que merecen otra entrada a parte pero sin duda durante
nuestros años de experiencia hemos podido comprobar que no sirven de gran cosa,
no estimulan, no animan y tan solo terminan pareciendo fastidiosas tareas en
torno a la lectura tengan el formato que tengan.
Como
para seguir motivando, los libros que conformaban la biblioteca no tenían mucho
valor, malos textos y malas ilustraciones que para este niño tan leído (a través
de la lectura en voz alta de sus padres) tenían muy poco interés. Al terminar
de leerlo, supongo que poniendo en la balanza el esfuerzo y la historia contada,
decía: '¿y?'
Y ahí
mis amigos, como muchos otros padres lectores, se ven de pronto divididos entre
la exigencia de la escuela de forzar a su hijo a leer y la angustia de perder
el placer que hasta entonces la lectura les daba. Sobre esta dicotomía hay un
capítulo muy bueno y con un cierto tono humorístico que quita hierro a la
cuestión en el libro de Lourdes Reyes Camps, Vivir la lectura en casa, y que se
titula ‘si esto son vacaciones, que baje Dios y lo vea’. Como la autora,
tuvieron el sentido común de seguir leyendo en voz alta a su hijo que seguía
disfrutando así de la lectura.
No
quiero aquí hacer una generalización sobre las prácticas de lectura en la
escuela, porque existen muchas buenas prácticas llevadas a cabo por personas
interesadas, no solo en enseñar a leer, sino también en descubrir, o al menos
sostener, el placer que la lectura reporta
a los más pequeños.
En este
caso que aquí relato y en otros muchos que conozco y que incluso he padecido yo
misma, me pregunto por la responsabilidad del docente y por su conciencia de esa
responsabilidad. ¿Esta profesora en concreto, sabe lo que está haciendo? ¿Es
consciente del fracaso que ha supuesto su enseñanza del proceso lector?¿Es
consciente de la tortura, ya no sólo para el niño sino para la vida familiar,
que suponían sus tareas? ¿O culpará a los padres de no haber dedicado
suficiente tiempo a la práctica de la lectura en casa? ¿Creerá que ha hecho lo
mejor por este alumno? Es posible, porque como pasa en la escuela, con las
aulas masificadas y programas apretados que hay que cumplir, no hay tiempo para
respetar los tiempos de cada uno y mucho
menos de mirar y escuchar al niño que tenemos en frente. La Escucha, la escucha otro tema que necesitaría una
entrada aparte.
Por
suerte, en el actual sistema, el mismo profesor dura 'solo' tres años en la
etapa de infantil y mi amigo ha pasado este año a primaria. Esta vez, parece
que tenemos una profesora diferente que en tan solo unos pocos días ha
conseguido devolver la confianza perdida. Sin duda, esa constancia de sus
padres en seguir disfrutando con los libros ha sido fundamental para recobrar
el camino.
Ayer me
dieron una gran noticia por teléfono: la lectura de la noche, la hizo él para
toda la familia. Un ejemplo más de la responsabilidad que los docentes tienen
para bien y para mal.
¡Qué vivan los cambios!
A mi me gustan los consejos de Pennac para acercar la lectura para niños y jóvenes (Como una novela) y estas rutas de lectura: http://rutasdelectura.wordpress.com/
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