martes, 30 de diciembre de 2014
jueves, 30 de octubre de 2014
De Cronopios y bibliotecas
Hace varios años ya, gracias a la ilustradora Reyes Guijarro conocí a otra ilustradora: Marga LLiso del Hoyo que se ha convertido en una compañera de trabajo habitual.
Marga es de esas personas con las que parece que hubieras trabajado toda la vida, se subio al tandem y enseguida pedaleamos al mismo ritmo.
Así entre las dos hemos realizado varios talleres sobre todo para la celebración de aniversarios de escritores que las bibliotecas reclaman y que no son muchas veces fáciles.
El pasado día de la biblioteca estuvimos en la biblioteca Pablo Neruda de Arganda realizando una 'Galería de cronopios'. Nos acompañaron 17 niños y niñas de entre 6 y 8 años que leyeron con tal profundidad los textos que todos los adultos allí presentes nos quedamos muy impactados.
En grupos de 4 leían un breve texto del libro de Cortázar y tenían que deducir cómo eran los cronopios. Así surgieron cosas como que los cronopios son: sensibles, cariñosos y optimistas. Ante esta última respuesta preguntamos ¿sí? ¿y eso? Claro, nos respondieron, por como se toman las cosas cuando salen de viaje...
Algunos lo tenían muy claro, para Emilio los cronopios tienen que ser relojes porque tienen brazos pequeños (que son las agujas), cantan (como los relojes que hacen tic tac) y bailan (cuando se van moviendo), sin olvidar que la palabra cronopio y cronómetro se parecen mucho.
Escuchar a los niños siempre es impresionante y en ocasiones como esta un verdadero placer.
Para ver el punto de vista de Marga y los trabajos de los niños, en su blog
martes, 2 de septiembre de 2014
Vuelta al cole: ¿Para qué sirve leer?
Dedicarte a algo
relacionado con la educación y tener tus propios hijos te hace patente, al
menos en mi caso, las propias contradicciones. Siempre he pensado que enseñamos
a leer a niños cada vez más pequeños y no me ha parecido bien. De hecho, sigue
sin parecérmelo, aunque tenga alguna duda. Tradicionalmente se enseñaba a leer
a los niños a partir de los 6 años. La mayoría de nosotros aprendimos a leer en
primero de EGB y de hecho no es hasta primero de primaria que la educación en
nuestro país es obligatoria. Siempre he creído que aunque algunos niños estén
preparados, muchos no lo están todavía; que empezar antes y leer durante 'más
tiempo' no nos va a dar mejores lectores, quizás todo lo contrario. Pero además
de todo esto, siempre me ha parecido que no hay necesidad, a los 3, 4 y 5 años
hay que hacer muchas otras cosas más importantes, sobre todo jugar. La lectura
llegará, antes o después, llegará.
Cargada con este
repertorio de 'teorías' propias , un día a mitad del curso pasado, cuando sólo
tenía 4 años y medio, Martín leyó. Sí, sin que yo supiera muy bien cómo había
sucedido, sin ser consciente de todo lo que tenía trabajado en este sentido, el
móvil sonó una noche y él lo miró y leyó allí el nombre de la persona que
llamaba. Me embargó tal alegría (ya se sabe el orgullo materno no tiene límite)
, que no llegué a responder el teléfono.
No fue mágico, el
trabajo viene haciéndose desde los tres años, en el cole. En casa no hemos
trabajado nada en este sentido. Habíamos visto el interés de Martín por
escribir y su evolución haciendo letras y escribiendo también palabras en el
ordenador, pero sobre la lectura autónoma no habíamos tenido ninguna
experiencia que nos hiciera saber qué su proceso de aprendizaje estaba tan
avanzado.
Y a partir de aquí
las dudas: ¿será que ahora los niños 'vienen' con más capacidad? ¿será que, no
sólo están preparados sino además deseosos por adquirir la lectura? ¿será que
los métodos de enseñanza de la lectoescritura han cambiado y lo han convertido
en algo más natural
Son dudas, de las
que difícilmente se puede generalizar. En nuestro caso ha influido mucho que el
curso pasado Martín tuvo una profesora excepcional. Ha tenido muy buena suerte
durante su poca vida educativa y ha tenido docentes muy buenas, pero cuando
digo que el año pasado fue excepcional es porque tuvimos una profesional, con
una larga experiencia, con una mirada atenta a la infancia, con una capacidad
de escucha excepcional a los padres y con unas ganas de seguir sabiendo e
innovando, dignas de admiración.
Hablando con ella,
me explicaba que el método que usan para la lecto-escritura está basado en las
experiencias de Miriam Nemirovsky, si os interesa el tema, en el blog Enseño a Escribir, explica un curso realizado con ella donde se puede ver bien en qué
consiste. Pero además esta didáctica tiene su inicio con las investigaciones de
Emilia Ferreiro y hay un libro que os recomiendo especialmente: 'Cultura escrita y educación: conversaciones con Emilia Ferreiro' un relato muy
interesante sobre lo que la
investigación-acción puede provocar en la educación.
Para terminar de
afianzar mis paradojas, cuando la lectura autónoma había entrado en nuestras
vidas y yo ya me imaginaba leyendo libros a dos voces... Martín cogió su recién
descubierta capacidad para leer y el álbum de cromos de la liga y se puso a
leer el nombre de todos los jugadores que tanto le interesaban.
En la calle,
también encontró algo que despertó su interés: las matrículas de los coches. La
primera semana después de descubrir que sabía leer, se paraba en cada coche a
leer la matrícula y a veces la marca y el modelo.
Así seguimos, los
libros siguen siendo algo que los adultos le leemos y su habilidad la utiliza
en contadas ocasiones, parecería que cuando aquello que hay que leer realmente
despierta su interés (y muy poco el de los adultos de alrededor).
Esta experiencia me
ha hecho pensar cuántas veces los profesionales de la animación a la lectura
sólo hablamos de lectura literaria. Aún cuando hace años que incluimos en
nuestras selecciones libros informativos (gracias a la influencia de Ana Garralón) esta experiencia casera, me ha hecho pensar cuántas veces perdemos de vista que la
lectura es, antes que nada, un instrumento para moverse por este mundo
alfabetizado donde vivimos.
No creo haber
resuelto las dudas que me planteaba sobre el aprendizaje de la lecto escritura,
pero me parece que si en algo merece la pena aprender a leer a tan temprana
edad es que a partir de entonces tienes la libertad de leer lo que te parezca,
así sean álbumes de cromos o matrículas de coches.
viernes, 15 de agosto de 2014
Cuántos libros (para niños) llevar de vacaciones
En estos días, preparando la maleta para las vacaciones me ha surgido
esta duda, ¿cuántos libros llevar de vacaciones? ¿cuántos serán suficientes? ¿o
quizás demasiados?
No es una pregunta nueva, supongo que cada vez que hago maletas me
planteo lo mismo. El año pasado hicimos unas vacaciones muy tranquilas en un
pueblo de la sierra de Madrid. Mi plan era llevar muchos libros, que tuviéramos
muchos ratos de lectura en esas vacaciones que no había mucho más para hacer.
Entonces, como siempre pasa con los niños, resultó que Martín (que en
ese momento tenía 4 años) tenía sus propios planes. Decidió que sólo iba a
llevar un libro. Insistí, le expliqué que no había muchas cosas para hacer, que
íbamos a estar 15 días y el mismo libro todos los días...fue inflexible, sólo
quería llevar: Ese Otro, de Rosa Osuna, de la editorial Thule.
La elección me sorprendió, este libro lo teníamos hacía unos meses y le
gustaba bastante pero no era de los libros que más elegía leer, por momentos
sospechaba que era un libro que me gustaba más a mí que a él, sobre todo porque
muchas veces Martín mismo era un poco como el protagonista de 'ese otro' y ver
cómo reaccionaba me resultaba interesante.
Así que nos fuimos con un sólo libro en la maleta. Lo leímos cada noche
y lo disfrutamos mucho. En torno a cuarto día, Martín se fijó en la ilustración
de la página 13, allí el texto dice: ' ¡Qué pesado! Ya te he dicho que no me
gusta ir al parque' y me comentó: Cómo lo dijo? Si no tiene boca' ahí volvimos
a la primera página y empezamos a repasar desde el principio, y de repente
cuando salta a la comba... qué alegría: ¡tiene boca!! a partir de ese
descubrimiento, cada lectura la hacíamos doble, una lectura del texto toda
seguida y otra nueva lectura para mirar con
detenimiento las ilustraciones. Ahí fuimos descubriendo, que no sólo la
boca cambiaba, el pelo cambiaba, la casa cambiaba... hasta nos parecía que esta
chica que tenía una cabeza 'cuadrada' empezaba a tener una cabeza más
redondita... o era sólo efecto del pelo...
La casa también cambiaba, el orden del principio (y todas esas cosas
ordenadas, eran fotografías? Qué tenía? Tornillos? Tachuelas?) había desorden,
fotos de los amigos (¿los amigos tienen boca? ¿Siempre? ¿Y eso?)
Todos estos 'misterios', como los llamaba Martín, los fuimos desvelando
con cada lectura, y a la vez descubriendo nuevos. Un solo libro resultó lectura
más que de sobra para toda la quincena y sin duda haber tenido sólo un libro
nos hizo explorarlo a fondo, sacarle el jugo de una manera que si hubiera
habido más lecturas no habríamos hecho. Claro, que no era un libro cualquiera.
Era un libro excelente que tenía unas
ilustraciones que abrían ventanas, un texto que dejaba cosas en el aire...
El libro nos hizo hablar también de la soledad, de los amigos, de la
necesidad de ambas cosas, de los espacios que cada uno necesita (¡las madres
también!) y fue un compañero perfecto. Después volvimos al colegio y a la
rutina y esta lectura quedó en la estantería, aunque de vez en cuando volvíamos
a ella, recorríamos los misterios que habíamos desvelado y ahora también
recordábamos las vacaciones que pasamos leyéndolo.
martes, 24 de junio de 2014
Contar por encargo
En
estos días, vamos cerrando el trabajo del curso escolar y abriendo el del
verano. Este año voy a tener la suerte de tener entre ambos una parada, un paréntesis
en la Escuela de Verano de Aeda, (la asociación profesional de narradores) que espero sea muy fructífera para reflexionar
y aportar ideas nuevas a nuestro quehacer.
Sin
duda lo hará porque ya sólo reflexionando sobre qué taller elegir ha surgido la
idea para esta entrada. Virginia Imáz impartirá esos días un taller sobre la
oralización de los cuentos y sus dificultades que me ha llevado a pensar en el
entrenamiento que contar por encargo da en este sentido.
Contar por encargo
Llamo
contar por encargo a aquellas ocasiones en que los cuentos que tengo que contar
ya me vienen dados por quien organiza la sesión: una editorial, algún autor,
una fundación o ong...
La
principal dificultad de contar por encargo es que se rompe la primera premisa
que transmito a mis alumnos cuando hacen la pregunta ¿Qué contar?. Esto es:
contar un cuento que nos guste mucho.
A
lo largo de mis casi 20 años dedicada a la narración oral he tenido que contar
por encargo en muchas ocasiones. En mis comienzos, en Argentina, un trabajo
continuado con Ediciones B me dio de comer muchos meses. Aquí hice una
promoción de un libro (cuyo nombre no consigo acordarme) por diferentes
ciudades Argentinas vestida de bruja y haciendo un personaje... por suerte, no
quedan fotos de esto. Además hice todo un ciclo en librerías de centros
comerciales sobre Pesadillas de R.L. Stine... dado el valor literario de lo que
tenía que contar, no lloré mucho cuando este trabajo se terminó.
Después
de esto, mis trabajos por encargo se redujeron mucho: algunas colaboraciones en
presentaciones de libros, alguna participación con Anaya en el Salón del libro
infantil y juvenil y poco más. Hasta llegar a la propuesta de Fundación
Telefónica.
Cuentos tecnológicos
En
enero de 2013, me contactó la Fundación Telefónica para realizar 10 sesiones
los domingos por la mañana dentro del marco de su exposición de historia de la
tecnología. La sesión dura, como mucho, media hora y después los asistentes
pueden hacer una visita guiada a la exposición. Toda la actividad es gratuita.
Hay
que decir que los cuentos son muy buenos y están escritos por autores de
prestigio que tenían que escribir sobre algún objeto presente en la exposición.
Esto ya, de por sí, produce textos complicados: escribir sobre un telégrafo, un
teléfono rojo o incluso un cable submarino, imagino que no ha debido de ser nada fácil.
En
principio me pareció un trabajo difícil e interesante, un reto después de tanto
tiempo de contar por encargo pero no pensé que iba a ser una experiencia tan
motivadora.
Forma de trabajo
En
un primer momento, con dos de mis colaboradores Ángel Abasolo y Gustavo del Rio leímos todos los cuentos y anotamos algunas cuestiones generales sobre cómo 'meterles
mano'. El primer año, la mitad de los cuentos los realizaron mis compañeros
pero el programa se amplió y desde octubre hasta junio me ocupé yo de casi
todas las sesiones.
Preparar
un cuento a la semana es un trabajo un poco estresante. Para mí no era tiempo
suficiente y sin embargo era lo que hacía falta hacer. Preparar dos textos a la
vez no me resultaba cómodo porque no me permitía concentrarme en el cuento.
Mi
forma de trabajo se basa en la imagen. Trato de 'ver el cuento', de hacerlo
propio, de que pase ante mí como si hubiera visto una película. Una forma de
trabajo que aprendí en el taller de Marta Lorente, al que asistí durante años. Así
que muchas veces estoy trabajando, pero no se nota: en el coche, en la
duermevela del despertar, en mitad de la noche durmiendo a mi hijo pequeño...
el cuento volvía a mí, casi que me asaltaba, y yo repasaba algunas de sus
partes.
Hace
poco, en el colegio de mi hijo mayor, hicieron un proyecto sobre las
profesiones y yo fui a hablarles de la nuestra. A sus compañeros de 5 años no
les parecía una profesión tan rara. En parte porque habían trabajado con el
libro 'Qué será de ti' de Aleksandra y Daniel Mizielinscy (Zorro Rojo) y en
parte porque muchos asisten a las sesiones de cuentos de la biblioteca y porque
también habían venido a la formación de usuarios que hacemos en las bibliotecas
de Rivas.
El
caso es que entre las preguntas, una de las profes me preguntó si ensayaba
frente al espejo. Me hizo gracia, y me pareció lógica la pregunta pero nada más
lejos de mi forma de trabajar. Para mí lo que más funciona es ir diciendo el
texto, pensando el cuento mientras hago otra cosa, mayormente recoger la
casa... puede parecer poco profesional o desordenado (mi casa normalmente lo
está) pero después de años de trabajo esto es lo que más funciona para mí.
Así,
en el caso de Telefónica, preparar el cuento se convirtió en parte de mi rutina
personal de la semana.
El
lunes recuperaba el cuento y lo leía. Después dedicaba un buen rato a ir
pensando en la estructura, las imágenes y detectaba los problemas para la
oralización: suspenses rotos por la estructura, diálogos muy largos,
descripciones que no dejaban paso a las acciones, muchas primeras personas (la
primera persona estaba presente en muchos de los cuentos y no es la voz más cómoda
para la narración, que es la tercera. Sobre todo si el que habla es un teletipo
o una centralita manual)
El
martes trataba de repasar el cuento mentalmente volviendo al papel sólo en
ocasiones puntuales. En mi caso tengo bastante memoria para los cuentos, y en
ocasiones leerlo mucho hace que me aprenda el texto literario y que me 'apegue'
a ciertas frases que pueden ser estupendas pero que no son buenas para la
narración oral.
El
miércoles empezaba a decir el texto. Mi tendencia natural es a trabajarlo sólo mentalmente,
pero me di cuenta después de la primera sesión, que no tenía tiempo para esto,
que necesitaba haberlo hecho voz cuántas más veces mejor para ir limando
transiciones, diálogos...
El
jueves seguía con el texto en voz alta y el viernes hacía un ensayo con Gustavo
del Río. En esa pasada me hacía una devolución que trabajaba durante el viernes
y el sábado, para tenerlo listo el domingo a las 11.30 de la mañana.
Suena
a mucho trabajo, y de verdad que lo es pero realizado de forma constante
durante todo el curso me ha dado un entrenamiento que ha sido muy bueno, he
incorporado nuevas estrategias y una intuición más rápida al ver qué cambios
necesitan los textos.
En
un aspecto más personal, más íntimo, también tengo que confesar que preparar
tantos cuentos me ha sentado muy bien. El tener una ficción de la que ocuparse
en la cabeza durante todo el tiempo ha hecho mucho más llevadero ese difícil
equilibrio entre 'el peso de la existencia' y 'la insoportable levedad del ser'.
Este trabajo que comenzó siendo un trabajo 'por encargo' se ha convertido en
una pieza central no sólo de mi actividad laboral sino también de mi vida.
Los
cuentos completos se pueden leer en la página de la Fundación.
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