En estos días, preparando la maleta para las vacaciones me ha surgido
esta duda, ¿cuántos libros llevar de vacaciones? ¿cuántos serán suficientes? ¿o
quizás demasiados?
No es una pregunta nueva, supongo que cada vez que hago maletas me
planteo lo mismo. El año pasado hicimos unas vacaciones muy tranquilas en un
pueblo de la sierra de Madrid. Mi plan era llevar muchos libros, que tuviéramos
muchos ratos de lectura en esas vacaciones que no había mucho más para hacer.
Entonces, como siempre pasa con los niños, resultó que Martín (que en
ese momento tenía 4 años) tenía sus propios planes. Decidió que sólo iba a
llevar un libro. Insistí, le expliqué que no había muchas cosas para hacer, que
íbamos a estar 15 días y el mismo libro todos los días...fue inflexible, sólo
quería llevar: Ese Otro, de Rosa Osuna, de la editorial Thule.
La elección me sorprendió, este libro lo teníamos hacía unos meses y le
gustaba bastante pero no era de los libros que más elegía leer, por momentos
sospechaba que era un libro que me gustaba más a mí que a él, sobre todo porque
muchas veces Martín mismo era un poco como el protagonista de 'ese otro' y ver
cómo reaccionaba me resultaba interesante.
Así que nos fuimos con un sólo libro en la maleta. Lo leímos cada noche
y lo disfrutamos mucho. En torno a cuarto día, Martín se fijó en la ilustración
de la página 13, allí el texto dice: ' ¡Qué pesado! Ya te he dicho que no me
gusta ir al parque' y me comentó: Cómo lo dijo? Si no tiene boca' ahí volvimos
a la primera página y empezamos a repasar desde el principio, y de repente
cuando salta a la comba... qué alegría: ¡tiene boca!! a partir de ese
descubrimiento, cada lectura la hacíamos doble, una lectura del texto toda
seguida y otra nueva lectura para mirar con
detenimiento las ilustraciones. Ahí fuimos descubriendo, que no sólo la
boca cambiaba, el pelo cambiaba, la casa cambiaba... hasta nos parecía que esta
chica que tenía una cabeza 'cuadrada' empezaba a tener una cabeza más
redondita... o era sólo efecto del pelo...
La casa también cambiaba, el orden del principio (y todas esas cosas
ordenadas, eran fotografías? Qué tenía? Tornillos? Tachuelas?) había desorden,
fotos de los amigos (¿los amigos tienen boca? ¿Siempre? ¿Y eso?)
Todos estos 'misterios', como los llamaba Martín, los fuimos desvelando
con cada lectura, y a la vez descubriendo nuevos. Un solo libro resultó lectura
más que de sobra para toda la quincena y sin duda haber tenido sólo un libro
nos hizo explorarlo a fondo, sacarle el jugo de una manera que si hubiera
habido más lecturas no habríamos hecho. Claro, que no era un libro cualquiera.
Era un libro excelente que tenía unas
ilustraciones que abrían ventanas, un texto que dejaba cosas en el aire...
El libro nos hizo hablar también de la soledad, de los amigos, de la
necesidad de ambas cosas, de los espacios que cada uno necesita (¡las madres
también!) y fue un compañero perfecto. Después volvimos al colegio y a la
rutina y esta lectura quedó en la estantería, aunque de vez en cuando volvíamos
a ella, recorríamos los misterios que habíamos desvelado y ahora también
recordábamos las vacaciones que pasamos leyéndolo.
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